Opinión |
Equidad Digital, Información y Conocimiento |
por Carlos Cerpa Miranda (BancoEstado – Chile)
(@americalearning #elearning #learning) Es tal el nivel de penetración de las TIC en la sociedad y en nuestras vidas, que algunos expertos de la neurociencia nos señalan que incluso el cerebro humano asiste también a un nuevo tipo de configuración o “cableado” como consecuencia del uso de dispositivos digitales avanzados. Impulsado por Internet, asistimos a un acelerado vuelco en el modo de producir bienes y servicios, comunicarnos e interactuar, entretenernos y formarnos. Pero a diferencia de otras revoluciones, como la invención de la imprenta o la revolución industrial, las transformaciones impulsadas por Internet ocurren en tiempo real y a nivel planetario.
¿Cuánto hemos avanzado en Chile? Chile ha venido dando pasos sustantivos en materia de infraestructura tecnológica desde la década de los 90: instalación de fibra óptica, telefonía fija y un crecimiento notable en telefonía celular para no mencionar la proliferación de computadores personales tanto en los hogares como en las empresas, escuelas y universidades. La Internet inalámbrica amplia, aun más, la conectividad y el poder relacional de las personas.
Los avances de Chile en infraestructura tecnológica, acceso y cobertura, se han visto reflejados en el ranking global en TIC que realiza el Fondo Económico Mundial, instrumento que nos ubica en el lugar 34 de entre 144 países, incluso por encima de economías más desarrolladas que la nuestra. En términos más pedestres, eso significa conectividad en las urbes y en los lugares más apartados de nuestro territorio. Pero este crecimiento es tan solo un peldaño para consolidar los logros obtenidos y avanzar en profundidad en la utilización de la Internet y sus múltiples y variados servicios. A continuación, dos apuntes:
En términos de consolidar los logros, uno de ellos es avanzar en la inclusión de aquellos ciudadanos chilenos que están rezagados de este nuevo bien. Así, los datos recientes aportados por el Censo 2012 nos arrojan luz sobre el faltante: tomando en cuenta un universo de 15.429.759 personas mayores de 5 años, el Censo 2012 nos dice que el 36.79 % de dicho universo, es decir, 5.675.980 personas, “no puede buscar información en Internet, ni escribir y enviar un correo electrónico”. Es decir, son analfabetos digitales.
Vistos, por otro lado, estos datos desde el punto de vista de la productividad de nuestra economía ¿cuántos de estos algo más de 15.4 millones de ciudadanos mayores de 5 años tiene un manejo adecuado de las aplicaciones de Office?
Avanzar hacia una política-país de equidad digital tiene sentido por la sola existencia de ese 36.79 % de ciudadanos que no sabe buscar información en Internet ni enviar un correo electrónico. Por la experiencia acumulada en países OECD sabemos que quien carezca de las competencias mínimas requeridas para manejarse con dispositivos digitales, corre el riesgo de quedar rezagado del devenir económico y social. El rezago no es solamente de tipo económico. El desarrollo alcanzado por Internet y su penetración en las actividades humanas y su asimilación por parte de las organizaciones e instituciones público-privadas, hace que ciertas operaciones de solicitud de ayuda social ocurran ya mediante dispositivos electrónicos.
Para prevenir un desenlace cuyo único efecto será aumentar la brecha de desigualdad en nuestra sociedad, una estrategia- país de equidad digital requiere elaborar políticas públicas que fijen una línea base que asegure igualdad de acceso a este bien. Y lo hagan, tanto desde el punto de vista de la relación social de las personas como así también desde su inserción en el mercado laboral que aplica, crecientemente, conocimiento a los procesos productivos y a los servicios. A nivel de las empresas es indispensable acortar brechas digitales entre sus trabajadores mediante la aplicación de programas de capacitación continua y en sintonía con los procesos de cambio en los que está inserto el mundo del trabajo. En esta inversión se definirá su competitividad futura. Y también se definirá la relación y fidelidad con sus clientes.
El segundo elemento, tiene que ver con avanzar en la explotación del potencial de Internet como herramienta para el conocimiento y la innovación. Esto, pues su potencial excede las posibilidades de informarse y comunicarse que ha sido en nuestro medio el uso más recurrente. Si bien conquistar el acceso a la información de calidad seguirá siendo un estado deseado por alcanzar, a través de plataformas tecno-educativas y recursos on line del tipo Web 2.0, crecen las opciones para formar y capacitar en Red en prácticamente todos los dominios del saber humano.
La Internet y su amplia parrilla de servicios es hasta el presente el medio más efectivo para democratizar la información. Sin embargo, desde el punto de vista del conocimiento, el desafío es cómo transformar la información ya existente en nuevo conocimiento. Sabemos que este nace desde la reflexión y el análisis y que su construcción se ve favorecida en ambientes democráticos y horizontales más que en aquellos verticales.
En ambientes Web, pasar sin embargo de la información al conocimiento requiere de otras competencias. En lo esencial, supone manejo de habilidades blandas además de las digitales, conocimiento específico y su aplicación didáctica. La formación por competencias del factor humano que conduzca acciones de mejora continua en procesos productivos o formativos y de capacitación, en estos ambientes, aparece en el horizonte como una necesidad estratégica clave para el país. Disponemos de tecnología para avanzar, pero carecemos de capital humano formado para agregar valor a las actividades posibles de sostener digitalmente. Esto ocurre en las empresas en mayor o menor medida, pero en la esfera de la educación pública es una falencia crónica.
Un país con la geografía como el nuestro, podrá obtener ventajas comparativas con la aplicación intensiva de recursos digitales a la generación de conocimiento: éstos maximizan la capacidad de integración atemporal, permiten resolver problemas de accesibilidad y conectividad ocasionados por dispersión geográfica y, lo más relevante, con capital humano especializado optimizan el intercambio y generación de conocimiento como factor determinante para el desarrollo de ambientes que favorezcan la creatividad y la innovación. Maximizar el uso de estos dispositivos y llevarlos a la esfera del conocimiento, implica, desde esta mirada, abandonar la idea de que el soporte lo es todo. Es preciso, en cambio, aceptar la necesidad imperiosa de avanzar en la formación de capital humano con las competencias adecuadas y acordes ya sea para alcanzar objetivos acotados al ámbito productivo y de capacitación de los trabajadores o bien país como por ejemplo en el ámbito de la educación.
En síntesis, avanzamos hacia empresas en Red, y hacia economías basadas en la información y el conocimiento. La base tecnológica de esas transformaciones es la Internet y la Web 2.0 su versión más difundida. De este escenario surgirán las empresas modernas del futuro, la educación dispone ya de nuevas herramientas para su transformación y mejora, la capacitación y formación del factor trabajo podrá beneficiarse de este caudal de nuevos recursos, si somos capaces, como país, de ir más allá del día a día y la rutina.
*Carlos Cerpa Miranda es representante de los trabajadores en el Consejo Directivo de BancoEstado. Es Experto y Máster en procesos de formación en Red por la Universidad de Salamanca.
Fecha de publicación 3 de julio 2013 |