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Literacidad: nuevo desafío de la globalización e Internet hacia la literatura |
por Nidy Liz Marchant Díaz, Asesora Pedagógica y Diseñadora Instruccional en TICAL
La irrupción de Internet como medio de comunicación masivo, en nuestra vida cotidiana ha cambiado la exigencia hacia la lectura que desarrollan sus usuarios, con lo cual, no basta simplemente con saber leer, sino que dicha acción desarrolle procesos cognitivos en los sujetos, desde el nivel de la comprensión hasta la evaluación (según taxonomía de Bloom), invitándonos a avanzar desde las políticas públicas que promocionan y desarrollan la alfabetización digital hacia la literacidad.
Para el escenario descrito, iniciaremos con la diferenciación entre alfabetización digital y literacidad desde su comprensión conceptual, para avanzar luego sobre los distintos niveles de integración que poseen actualmente las TICs (tecnologías de la información y comunicación), para integrar dicha información y mostrar la diferenciación de la alfabetización y la literacidad, a través de los niveles de habilidades cognitivos que implica su desarrollo en Internet.
A continuación se mostrará –a grandes rasgos– la teoría del conocimiento propuesta por Nonaka y Takeuchi, para sostener que la literatura siempre poseyó la capacidad de desarrollar el conocimiento sistémico antes del proceso inminente de globalización e Internet, sólo que dicho proceso estaba realizado por un grupo reducido personas y, además, con largas inversión de tiempos para su concretización (comprensión y significación de lo leído). En cambio, la nueva tecnología –caso puntual de Internet– ha provocado que el conocimiento sistémico sea global y simultáneo, pero a la vez vertiginoso, contribuyendo a la necesidad de que sus participantes realicen la literacidad crítica.
En el contexto escrito se comprenderá que, tanto la globalización como Internet permiten que la literatura incorpore nuevos textos para el desarrollo de instancias de aprendizaje, tanto en la educación formal como en la cotidianeidad virtual al “estar conectados a la red”.
Finalmente se señalará la necesidad de evidenciar la taxonomía de Marzano en la literacidad, contribuyendo a aminorar la segunda brecha digital, la cual es necesaria para su desarrollo inclusivo en la globalización e Internet.
Todo lo anterior, nos permitirá señalar el gran desafío que posee la literatura como arte que utiliza la palabra en contribución de lo humano.
Literacidad: transparentación del conocimiento sistémico y nuevo desafío de la globalización e Internet hacia la literatura.
Globalización, Nuevas Tecnologías (NN. TT.), Virtualidad, Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) son algunos de los tantos conceptos que diariamente son aplicados por miles de personas en distintos lugares de nuestro planeta. En lo descrito ha originado: complejidad del conocimiento y división de los sujetos en: inmigrantes y nativos digitales.
La complejidad del conocimiento se obtiene por tres directrices:
Parafraseando lo propuesto por Prensky (2001 1 – 2), los nativos digitales son los sujetos que “han pasado sus vidas enteras rodeadas por el uso de computadoras, juegos de video, música digital, videos, teléfonos celulares y otros juguetes y herramientas de la edad digital”, en cambio, los inmigrantes digitales son quienes “no han nacido en el mundo digital, pero en algún momento de sus vidas deben acercarse y adoptar algunos o la mayoría de los aspectos entregados por la nueva tecnología”.
Sin embargo, ICCOM (2007 2) nos entrega que “más de la mitad de la población chilena se declara como digitalmente analfabeta y la existencia de una evidente brecha entre los conocimientos que tienen en general los hombres de todas las edades y condiciones sociales con los que pudieran tener las mujeres”. Lo referido nos entrega un escenario desolador, pese a la preocupación e implementación desarrolladas por los gobiernos de la Concertación, a lo cuál la Biblioteca del Congreso Nacional (2007, párr. 1 - 2) nos entrega los siguientes hitos: “la creación del comité de modernización del Estado por Eduardo Frei, la Agenda Digital 2004 – 2006 por Ricardo Lagos y la creación del Comité de Ministros para el Desarrollo Digital de Michelle Bachelet.
Junto a lo anterior, Arancibia (2009, párr. 6) nos entrega que en Chile hay “480.865 analfabetos absolutos, pero también [a] 691.059 personas alfabetizadas, pero con un manejo precario de la lengua escrita y las operaciones matemáticas básicas. Ellos son analfabetos funcionales, según la definición de UNESCO”. El producto de las cifras mencionadas nos da por resultado de 1 millón 200 mil personas, la cuál – según Arancibia (2009, párr. 7) – se incrementaría a 4 millones de personas si se aplica el cumplimiento de los 12 años de educación obligatoria establecida en nuestro país. Arancibia (2009, párr. 10) nos entrega implícitamente que dicha cifra podría ser mayor, pues los instrumentos que se disponen para medir el analfabetismo funcional son complejos, caros y difíciles de aplicar.
Sin embargo, no podemos desconocer lo referido por Eyzaguirre (2000 1) que “más de un 80% de los chilenos entre 16 y 65 años no tiene el nivel de lectura mínimo para funcionar en el mundo de hoy”, agregando que “menos del 10% de los profesionales y gerentes de nuestro país tienen un buen nivel lector y más del 50% están bajo el mínimo adecuado para funcionar en la era de la información”. De lo referido, se desprende inmediatamente ¿cuáles son las exigencias o, mejor dicho, las competencias necesarias para funcionar en el mundo de hoy? Palacios (2010) nos entrega “las nuevas competencias profesionales planteadas por la Comisión Europea en el 2007, definidas en la Declaración de Lisboa, las cuales estarían integradas por: a) la comunicación en la lengua materna, b) comunicación en lenguas extranjeras, c) competencias matemáticas y competencias básicas en ciencias y tecnologías, d) competencias digitales, e) aprender a aprender, f) competencias ciudadanas, g) sentido de la iniciativa y el emprendimiento y h) conciencia cultural y expresión”.
Observando todo el escenario descrito, se comprenderá la necesidad de viabilizar la comprensión lectora en las experiencias virtuales desarrolladas en Internet, es decir, no basta simplemente con saber leer sino que dicha acción desarrolle, conjuntamente, procesos cognitivos de nivel superior, los cuales no sólo apuntan a las destrezas digitales y/o de comunicación en la lengua materna sino que poseen seis competencias, también necesarias de obtener.
La alfabetización digital definida por ICCOM (2007 2) como “el conocimiento y capacidad de manejar herramientas de productividad básicas tales como procesador de texto, planilla de cálculo u otros programas de productividad y tener conocimiento básicos para navegar por Internet, posibilitando así el acceso a la red de conocimientos”, constituirá una necesidad innegable de proveer de acciones de políticas públicas de oferta, pero que no sólo debe poseer dicho foco de atención.
Si la alfabetización digital se analizara a través de la taxonomía de Bloom – la cual conocemos se constituye en orden ascendente de desarrollo de los procesos cognitivos a través del conocimiento, comprensión, aplicación, análisis, síntesis y evaluación – se estaría desarrollando sólo hasta el nivel de aplicación. En cambio, Cassany (2005 1) nos ofrece el concepto de literacidad, el cual “abarca todos los conocimientos y actitudes necesarios para el uso eficaz en una comunidad de los géneros escritos”. Como se puede apreciar, en forma explícita nos entrega que dicho concepto es trabajado con otros (comunidad) y que no sólo se limita a los conocimientos, pues reconoce que deben existir ciertas actitudes necesarias para su uso eficaz.
Si comparamos ambas definiciones se puede rescatar un detalle implícito, el cual es que la alfabetización digital como definición es desarrollada por un individuo, en cambio, la literacidad es realizada en comunidad, por lo que se comprende que debe poner en acción muchas más formas de interrelacionarse y, por ello, al aplicar la misma taxonomía mencionada, se puede obtener hasta el nivel de evaluación en su ejecución. Complementando lo expuesto por la literacidad, Neira (2008 2) nos ofrece que “el concepto de literacidad incluye todos los conocimientos, habilidades, actitudes y valores derivados del uso generalizado, histórico, individual y social del código escrito”, lo cual nos entrega las bases para sostener que la literacidad estará abocada al analfabetismo funcional, en cambio, el alfabetismo digital se limitará al analfabetismo digital.
Siguiendo una comparación entre Alfabetización digital y la literacidad, se podría establecer a través de los niveles para la integración curricular de las TICs a las que se dirige. Obtenemos tres diferentes niveles según Sánchez (2002 3) los cuales son:
Se comprenderá, por tanto, que el centro de integración de la alfabetización es el apresto, inclusive el uso de las Tics, pero el nivel de integración corresponde a la literacidad.
No obstante, hay que advertir que la literacidad no apunta con crear conocimiento, hacerlo disponible y esperar mejores resultados, pues se debe comprender que el conocimiento añade valor significativamente distinto al exceso de información.
Es por ello, que una gestión del conocimiento se concibe como esencial, rescatando la propuesta por Nonaka y Takeuchi, quienes nos entregan tres distintos niveles de conocimiento, estos son:
Los tres conocimientos referidos fueron integrados en el Modelo SECI, entregándonos cuatro dinámicas del conocimiento, estas son:
La organización de hipertexto se puede observar en los link alojados en blogs, los cuales nos proporcionan conocimientos adicionales y/o complementarios. Otro ejemplo es lo conocido como Lipdub, el cual se realiza en una sola toma (plano de secuencia) mientras los participantes sincronizan labios, gestos y movimientos con una canción para entregar un video entretenido y creativo.
Todo lo referido, nos podría conllevar a la creencia que la literacidad ha sido originada en el actual mundo virtual de Internet, pero lo cierto es que la literacidad ha estado presente desde el momento que los hombres se organizaron y crearon productos inmateriales (literatura), desarrollando el conocimiento. El proceso sistémico (recordemos conocimiento explícito constituye en otro conocimiento explícito) antes de la inminente globalización y conectividad con Internet, se realizaba un grupo reducido de personas y con largas inversiones de tiempos para su concretización.
La literacidad, entonces, poseía un ritmo mucho más lento, cuya comprensión y significación era restringida a los eruditos y críticos expertos. Actualmente, aún existen las personas especialistas que entregan su opinión, pero las Nuevas Tecnologías han proporcionado que el conocimiento sistémico de las personas que no conforman el área profesional posean transparencia de sus conocimientos, habilidades, actitudes, aprensión, motivaciones, etc.
La literacidad, actualmente, como conocimiento sistémico es más global y simultáneo, pero a la vez vertiginoso, contribuyendo a la necesidad que sus participantes realicen la literacidad crítica. La forma de sostener que la literacidad es un producto anterior a la globalización es a través de las tres nuevas formas de literacidad entregadas por Cassany (2005 3 - 6), las cuales son:
Como se observa, Cassany nos entrega la literacidad electrónica como una nueva forma de literacidad, por lo cual se puede sostener que la literacidad no es una creación originada de la globalización o del uso del Internet, sino que su transparentación como conocimiento sistémico se ha tornado a través del Internet como obvia y evidente.
Lo nuevo de la literacidad electrónica es la validez de incorporar nuevos textos para el desarrollo de instancias de aprendizaje, tanto en la educación formal como en la cotidianeidad virtual al “estar conectado a la red”. Es por ello, que no es de extrañar que en las escuelas, colegios y liceos rescaten los textos no literarios y los medios de comunicación de masa conocimiento importante de tratar y establecer como propuesta educativa contextual.
Tanto la Globalización como Internet proporcionan que la literatura necesite de la literacidad como formadora de competencias en comunidad, pero que además posea la responsabilidad de aminorar la segunda brecha digital, la cual es necesaria para un desarrollo inclusivo de la literacidad en la globalización e Internet.
La segunda brecha digital, siguiendo a Castaño (2010 220) “está relacionada, por tanto, con la brecha del conocimiento y, más específicamente, con las 'habilidades digitales' necesarias para vivir y trabajar en sociedades caracterizadas por la importancia creciente de la información y el conocimiento, lo que se denomina digital literacy”. Es por ello, que no sólo debemos observar qué niveles de los procesos cognitivos se desarrollan en la literacidad (taxonomía de Bloom) sino que, a su vez, debemos considerar qué niveles de actitudes y valores debe desarrollar, por lo cual el rescate de la taxonomía de Marzano es necesario para que la literacidad cumpla con dicho propósito a plenitud.
Se debe recordar que Marzano (2000 Párr. 1 - 7) propone un: Sistema de Conciencia del Ser: que determina el grado de motivación al nuevo aprendizaje (integrada por la evaluación de: la importancia, de la eficacia, de las emociones y de la motivación); un Sistema de Metacognición: el cual elabora un plan de acción (compuesta por especificación de metas, monitoreo de: procesos, de la claridad y de precisión) y un Sistema de conocimiento: que provee del contenido necesario (integrado por conocimiento, comprensión, análisis y utilización).
Todo lo anterior, nos permitirá señalar el gran desafío que posee la literatura, como arte que utiliza la palabra en contribución de lo humano, es desarrollar la literacidad en todas sus dimensiones, proporcionado que el ámbito educativo rescate cada día más los textos no literarios y recursos proporcionados por los medios de comunicación de masas, utilizando las taxonomías señaladas para impulsar y desarrollar las competencias demandadas por la actual sociedad y, por ende, que la literacidad sea un tema de debate para que de dicha forma sea considerada e incorporada en las propuestas de políticas públicas educativas, pues debemos intentar dar respuesta al creciente analfabetismo funcional, el cual se mueve y crece implícitamente con su presencia, contribuyendo al conocimiento implícito con un perjuicio de la literacidad por la exclusión que realiza en miles de personas.
*Nidy Liz Marchant Díaz ha prestado servicios profesionales en el área del Diseño Instruccional, en AIEP (confeccionando módulos de aprendizaje para ejecutivos de ventas de la institución, a través del modelo de competencias institucional) y en TICAL (a través de los proyectos: E–Preu, virtualización del Preuniversitario Pedro de Valdivia, en el cual estuvo encargado del curso de Lenguaje y Comunicaciones tanto en el diseño, como posteriormente, como Tutor de Acompañamiento; Programas de formación b–learning en Integración Curricular mediante TIC´s y, finalmente, desarrollando el diseño instruccional para Programa Amplía de Fundación Chile, según el Marco de Calidad para el Mejoramiento de la Industria de la Capacitación, financiado por Fondos brindados por el Banco Interamericano de Desarrollo - BID). Trabajos Citados
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