Innovación
“En la educación, la realidad se va a ir imponiendo por sobre la inercia que nos induce a seguir haciendo lo mismo año tras año”

Conceptos esenciales para analizar el impacto de la tecnología en los procesos educativos, claves para la incorporación exitosa de la tecnología a la educación, y desafíos que aún deben superarse. Roberto Hojman, vicepresidente de Investigación y Desarrollo de GAL&LEO, profundiza sobre estas y otras cuestiones, en el marco de una entrevista mantenida con America Learning Media.

 

(@americalearning) Roberto Hojman es doctor en Física de la Universidad de Trieste (Italia), Magíster en Física de la Universidad de Chile y autor de numerosas publicaciones internacionales en física matemática; autor del diseño conceptual y realizador de numerosas exhibiciones museológicas hands-on de ciencia y tecnología.

 

Actualmente se desempaña como vicepresidente de Investigación y Desarrollo de GAL&LEO, una empresa con 7 años de experiencia, con presencia en México, Colombia, Perú y Chile, beneficiando a más de un millón y medio de estudiantes en todos los niveles. GAL&LEO nace del sueño de mejorar la calidad de la educación con una herramienta de nivelación académica para los estudiantes de toda Latinoamérica, sin importar su origen o condición social.

 

Basándose en que cada curso tiene un conjunto de aprendizajes esperados que se debiesen dominar, y que no siempre se logran, GAL&LEO ha desarrollado un algoritmo que permite rastrear de manera automática y con una alta dosis de precisión los aprendizajes que un estudiante no ha logrado, sobre lo cual se construyen las rutas personalizadas de aprendizaje.

 

¿Cómo está impactando actualmente la tecnología en los procesos educativos?

 

Es una pregunta de amplio alcance. Para construir la respuesta conviene previamente, referirse a algunos conceptos claves, que se agrupan en 4 tríos.

 

El primer trío tiene que ver con que los procesos educativos se apoyan sobre 3 piedras angulares: los contenidos, la evaluación del aprendizaje y la gestión del aprendizaje. La tecnología tiene y ha tenido impacto en todas ellas. Basta pensar en la revolución en la producción de libros cuando Gutenberg, en 1439, introdujo en Europa, los tipos móviles en la imprenta. Se afirma que fue el cambio tecnológico más revolucionario del milenio.

 

Sin pretensiones de ser exhaustivo, para seguir elaborando la respuesta, conviene enunciar al segundo trío, que se trata de los elementos que caracterizan la tecnología actual de distribución del conocimiento y que cambian dramáticamente las reglas del juego de los procesos educativos: la disponibilidad, la ubicuidad y la interconectividad.

 

El tercer trío se configura porque la combinación virtuosa de los elementos mencionados, gatilla 3 condiciones antes inexistentes: la democratización de los contenidos (tanto en acceso como en producción), la personalización de los contenidos y la colaboración remota (sincrónica y asincrónica).

 

El cuarto trío tiene que ver con los aspectos técnicos e inexorablemente va a aparecer de manera natural en la conversación más adelante.

 

¿Puede extenderse en relación a cómo cada uno de los aspectos mencionados se expresa en los procesos educativos?

 

Respecto a la disponibilidad, como nunca antes, los contenidos están para ser usados, 24x7 (o sea, no hay que esperar que abran la biblioteca, la librería o la fotocopiadora) y se despliegan en un abrir y cerrar de ojos; y la búsqueda, también mediada por la tecnología, es instantánea.

 

En cuanto a la ubicuidad, es posible acceder a los contenidos desde la casa, la oficina, la institución educacional o el bus. Cuando te subes al metro, puedes observar que frecuentemente la gente está interactuando con su móvil.

 

La interconectividad te permite comunicarte con otras personas, conocidas o desconocidas, para colaborar, para entender un concepto o para aprender a resolver un problema (usando correo electrónico, mensajería instantánea, teléfono, videoconferencia o en un foro).

 

La personalización se manifiesta en el hecho que puedes aprender cualquier tema de tu interés, disponiendo de una enorme variedad de formatos: cursos completos, videoclips, textos digitales, artículos, con diferentes niveles de profundidad, para diferentes estilos de estudio y ritmos de aprendizaje. Y tu bitácora de progreso se puede construir automáticamente en tiempo real. Personalización extrema, en ambientes de alta masividad. Casi una contradicción.

 

La democratización se expresa cuando, por una parte, puedes asistir a la mejor clase imaginable del tema que te interesa, sin quedar reducido solo a los recursos de tu entorno geográfico, cultural o socioeconómico. Y en el otro extremo, puedes elaborar contenidos y ponerlos a disposición de miles de millones de personas, labor antes reservada a los elegidos por las casas editoriales y para producir obras de cierta envergadura. Hoy el aporte individual puede ser mucho más modesto, pero colectivamente más rico: una demostración elegante de un teorema famoso; una explicación intuitiva de un fenómeno social complejo; una reflexión ingeniosa sobre un problema sin resolver; un análisis original de una pintura clásica. Ninguna da para un libro o un artículo por sí sola, pero no por eso está destinada a la anonimidad en un cajón de escritorio.

 

¿De qué manera se despliegan los cambios que menciona en la cotidianidad?

 

Pensemos por ejemplo en los MOOCs (Massive Open Online Courses) impartidos (gratis y de pago) por diferentes organizaciones. Hay personas que recurrentemente se inscriben en ellos, para aprender diferentes cosas de manera formal (sincrónica o asincrónica): algún tema específico de matemática o de historia; acerca de la elaboración de apps para móviles; el análisis de big data; técnicas de dibujo o de ilustración digital. La variedad es ilimitada y la cobertura, inédita: hay MOOCs que tienen más de 100 mil alumnos cada vez que se dictan.

 

O el fenómeno en que se han convertido las charlas TED. Durante 18 minutos asistes a una presentación impecable desde el punto de vista de la entrega, que te permite avizorar la frontera del conocimiento de algún tema específico: medicina o arte; la ciencia del amor o la nanotecnología; el uso de drones en agricultura y salud, o el diseño arquitectónico confiado a los propios usuarios; la edición genética o la impresión 3D de órganos vitales. Son vistas (asincrónicamente) por varios miles de personas y en algunos casos hasta por varios millones de personas. MOOCs y TED son apenas una pequeña pero destacable muestra de la disponibilidad de contenidos.

 

Pero también está lo relacionado a los procesos de evaluación o de certificación de algún conocimiento o habilidad. Hoy los países que se someten a la prueba PISA que mide el desempeño de los sistemas educativos, pueden elegir si los estudiantes responderán en papel o en computador. El TOEFL, el test de inglés que exigen muchas universidades en el mundo para el intercambio de estudiantes universitarios de pregrado, se rinde en un PC. Los sistemas de gestión académica que hay detrás son del tipo Inteligencia de Negocios y te permiten conocer con precisión quirúrgica las fortalezas y los vacíos de conocimiento de cada uno de los que rinden el examen.

 

¿Y cómo impacta eso en los usuarios de la tecnología?

 

Aquí nos encontramos con el cuarto trío. Los elementos técnicos esenciales que encarnan la tecnología son: los dispositivos (un PC, una tablet o un smartphone), las aplicaciones y la conexión a Internet.

 

Ya los dispositivos con algunas aplicaciones libres (incluso sin conexión a Internet), son un aprendizaje en sí mismos. Para el día del padre mis hijos a los 5 años me regalaban un dibujo hecho por ellos. Hoy los padres reciben un videoclip filmado, editado, subtitulado, musicalizado y con efectos especiales, usando un dispositivo móvil. La elaboración es una experiencia de aprendizaje activa, entretenida, enriquecedora, multidisciplinaria y significativa. El sueño de los educadores hecho realidad.

 

Hay aplicaciones libres, de realidad aumentada para el móvil, que - por supuesto - saben qué hora es y en qué lugar del planeta estás; cuando orientas la cámara hacia el cielo nocturno, puedes identificar, ver la imagen y conocer las características del objeto celeste que clicas sobre la pantalla. Es decir, tienes un planetario al alcance de la mano, literalmente. Otras aplicaciones te permiten simular que estás pintando con la técnica que elijas: acuarela, tinta, óleo, acrílico o pastel; o componer, a toda orquesta y con conocimientos muy básicos de música, la banda sonora del musical del colegio. Seguir el recorrido del bus de vuelta a casa en Waze o Google Maps, ya es una experiencia de aprendizaje.

 

Un sinnúmero de posibilidades de aprendizaje en tu bolsillo, a las que, hasta hace un par de años, solo accedías si estabas en una situación de privilegio.

 

¿Cuáles son las claves para incorporar exitosamente la tecnología a la educación?

 

Mi sensación es que, como suele suceder en los tiempos que "corren" (aquí el uso es estricto), la institucionalidad es mucho más lenta en reaccionar que las personas individuales. La clase de física universitaria que doy a las 8 de la mañana es más larga y más aburrida que la del Open Courseware de MIT. ¿Por qué un estudiante va a levantarse de madrugada, para atravesar la ciudad a la rush hour, frecuentemente con mucho frío, si puede aprender lo mismo (o más) en la comodidad de su casa o del café de la esquina? Veo cada vez con más frecuencia, que los estudiantes (tanto en el colegio como en la universidad), prefieren estudiar con los recursos que encuentran en Internet en lugar de estar atentos y pasivos, en clases. Lo hace escuchando música, anotando en el muro de Facebook de un amigo, mandando una foto a Snapchat o posteándola en Instagram.  Especialmente los estudiantes más capaces, que se aburren en clases impartidas para un estudiante promedio o más lento.

 

Pienso que la realidad se va a ir imponiendo por sobre la inercia que nos induce a seguir haciendo lo mismo año tras año. Entonces, como docente, tengo que mejorar mi oferta y quizás la solución va por el lado de la clase volteada (flipped classroom), en que la clase frontal el alumno la estudia en Internet, mientras que el profesor en el aula, lo ayuda a resolver los problemas y a aclarar los conceptos que no entendió del videoclip que vio ayer. O bien, se analiza colectivamente, con la guía del docente, la simulación computacional o el slow motion del fenómeno que queremos estudiar.

 

¿Qué desafíos deben superarse aún en relación a la implementación tecnológica en instituciones educativas?

 

La tecnología ya está disponible y es cada vez más accesible. El costo de los dispositivos, del ancho de banda y del almacenamiento, siguen la Ley de Moore, lo cual quiere decir que cada vez son más y más baratos, y más y más eficientes. Las barreras, como en muchos casos, son solamente las limitaciones humanas, en el sentido de no comprender cabalmente que se trata de una realidad inevitable y a la cual hay que adherir rápidamente de la mejor manera posible. Es irresponsable no hacerlo.

 

Hay que pensar que en la actualidad la competencia es a escala planetaria y que los estudiantes de hoy, una vez que se integren al mundo laboral, deberán competir con otros jóvenes de Myanmar, Noruega o Nigeria; en calidad, costo y eficiencia. Los estudiantes de algunas instituciones educativas están aprendiendo la fotosíntesis en textos de papel. Mientras que en otras están midiendo los procesos de la fotosíntesis con sistemas diseñados grupalmente por los propios estudiantes con tarjetas Arduino, observando en su smartphone imágenes de realidad aumentada en la que pueden ver la molécula de glucosa en 3D, hacerla girar y ampliarla. Y mostrando los resultados de sus hallazgos al resto de sus compañeros con representaciones impresas en 3D. No tengo dudas de quién aprende con mayor velocidad y profundidad, de manera más integral, activa y colaborativa. Esas son las habilidades requeridas para desempeñarse solventemente en el siglo 21.

 

En este contexto, ¿tiene sentido hablar de habilidades para el siglo 21?

 

Es un muy buen punto. Estrictamente no. De hecho, el concepto de siglo empieza a quedar obsoleto en cuanto medida de cambio social. Antes, tenía que transcurrir un siglo para que hubiera cambios notables. Lo que sucede en la escuela cuando estudiaron mis padres no difería mucho de lo que sucedía cuando estudiamos yo o mis hijos. Tampoco con lo que sucede hoy. Sin embargo, a 20 años del estreno social de Internet, el mundo ya resulta irreconocible en comparación. Por citar fenómenos más recientes, ¿acaso entendemos los mayores de 40 la locura que ha desatado Pokemon Go? Y estando en los albores del Internet de la Cosas, no tenemos noción alguna de cómo será el mundo de aquí a 15 años, con casas, ciudades y transporte inteligentes; con cincuenta mil millones de aparatos "tontos", pero interconectados inteligentemente.

 

Además, dentro de los próximos 5 años, habrá 3 mil millones de personas que se integrarán por primera vez a Internet, duplicando la cantidad actual de nodos en la red y haciendo aparecer un mundo de nuevos problemas, pero también de nuevas soluciones y visiones.

 

Cuando durante el siglo pasado querías tildar de anticuado a alguien o algo, decías decimonónico, aduciendo que era propio del siglo 19. El siglo, como una medida de cambio social y tecnológico, se ha ido acortando. Antes de mediado de este siglo, bastarán 2 años o menos, para que se produzcan cambios de magnitud equivalente a los que antes requerían 100. Decimonónico va a ser sinónimo de estar 1 año atrasado. La revolución de Gutenberg, con toda su grandeza, será una entre tantas.

 

Agosto 2016