Opinión
Un salto cuántico en el crecimiento personal

(Por José Enebral Fernández, consultor colaborador del think tank Know Square) Como seres humanos albergamos un compromiso de desarrollo personal, y ciertamente resulta cada día más inexcusable, y aun urgente, el cultivo de fortalezas cardinales de diversa índole. En nuestro tiempo, el conocimiento resulta sin duda fundamental; pero su idónea aplicación cotidiana depende de cualidades personales muy determinantes. Una dosis de autocrítica al respecto puede movernos a procurar un acelerón, un salto cuántico, en el crecimiento personal.

 

A veces atribuimos a algunas modalidades formativas (al cómo metodológico: coaching, outdoor, e-learning, storytelling, shadowing…) notable protagonismo en el proceso, pero el aprendedor protagonista sabe bien qué persigue; asume con firmeza su propósito de aprendizaje. Así desde luego si, porque nuestro tiempo parece demandarlo, nos propusiéramos un avance rápido en el crecimiento personal, o sea, si nos dispusiéramos a modelar y fortalecer nuestro perfil soft de manera acelerada y determinante para la trayectoria posterior.

 

Las cualidades personales son muy valoradas; sin embargo y sin duda, todos mostramos carencias o deficiencias a superar, tanto en lo virtuoso, como en lo cognitivo, emocional, volitivo, lingüístico…, a veces sin ser conscientes de ello. Podrá pensarse en la singularidad y la inteligencia de cada uno, en su particular y circunstancial aplicación, sin embargo, si el lector se suma a la reflexión y habiendo apuntado aquí a un fortalecimiento del perfil, nos situaremos en el terreno de las fortalezas personales con afán de cultivo.

 

Sin que se trate de una terra incognita, quizá este vasto terreno se estaría explorando a veces de modo ligero o superficial. A él se asomó desde luego el e-learning movement ya en sus inicios, como lo han hecho naturalmente otras modalidades formativas: se ha abonado el campo con distintas iniciativas y se han cosechado diferentes resultados. Pero asimismo desigual cabe percibir el necesario autoexamen en el lado discente: podríamos haber fallado bastante en la previa toma de conciencia de lo que falta y sobra en nuestro perfil.

 

En general, solemos hablar de fortalezas con un significado más abierto que el definido en la Psicología Positiva que, como sabemos, las vincula con el bienestar, la voluntad y la moral. Aquí, sin perder esta visión, apuntamos con amplitud a cualidades que nuestro entorno (familiar, social, laboral) valora y demanda; a cualidades que cabe alinear-vincular con el deseable crecimiento personal; a cualidades que contribuyen a sentirnos satisfechos de nosotros mismos. Se trata de rasgos muy celebrados que son, sí, objeto de evaluación y cultivo: concretemos cuáles.

 

En diferentes ámbitos se subraya el valor —también se habla en efecto de valores— de determinadas fortalezas, y en conjunto (con sensibles solapes, conexiones y parentescos) venimos destacando algunas: autodisciplina, empatía, percepción objetiva de realidades, templanza, pensamiento crítico, creatividad, responsabilidad, análisis y síntesis, diligencia, integridad, perspectiva, deseo de logro, prospectiva, originalidad, amabilidad, compromiso, prudencia, modestia, flexibilidad, trabajo en equipo, audacia, manejo de conflictos, sentido de la oportunidad, solidaridad, justicia, mesura, escucha activa…

 

La relación es extensa: igualmente se habla de liderazgo, destreza informacional, afán de aprender, solidez argumental, comunicación efectiva, sagacidad, intuición genuina, priorización, confianza en sí mismo, conversación generativa, perspicacia, lealtad, constancia, indagación, rigor conceptual, resolución, resistencia al estrés y la adversidad, previsión y prevención, optimismo, gratitud, buen humor…, sin olvidar el mandato délfico de conocernos bien, y siendo conscientes de que se vienen dando distintas interpretaciones y formulaciones para cada fortaleza.

 

Por cierto, si reuniéramos un grupo homogéneo de personas (todos amigos, todos compañeros de trabajo o todos miembros del mismo club), les pidiéramos que identificaran las fortalezas que consideraran hoy más valiosas y generáramos la correspondiente lista, sin duda podríamos extraer conclusiones reveladoras, ilustrativas, aleccionadoras. También, claro, al pedir a los participantes que definieran las cualidades elegidas.

 

Aludíamos a interpretaciones distintas. Por ejemplo, a veces se hacen particulares lecturas de la integridad con aparente intención de abaratarla, de ajustarla a intereses y responsabilidades; parece asimismo que se reduce a menudo el liderazgo al carisma o la gestión de personas, sin prestar suficiente atención al alcance efectivo de relevantes metas; que se llega a percibir autoconfianza incluso en la mera altivez; que se funde-confunde la destreza informacional con la habilidad informática; que se confunde igualmente a menudo el pensamiento crítico con la criticidad; que la lealtad abre en ocasiones hueco a la complicidad…

 

Sí, también sucede que se viene tildando de pesimista a quien simplemente se muestra perspicaz y realista; que, tratando de ser originales o creativos, resultamos a veces excéntricos; que, al intervenir en conflictos y en vez de resolverlos o apaciguarlos, en ocasiones los avivamos; que la prudencia se entiende casi al gusto, incluyendo la visión graciana; que la empatía, resultando capital, a menudo se simplifica mucho… Se hacen en efecto lecturas particulares —incluso a veces muy superficiales— y la autocrítica se ve afectada.

 

En definitiva, perfectibles los resultados educativos en la minoría de edad y permanente ya nuestra educación y formación, los nuevos tiempos nos invitan a generar —diríase que iniciada ya nuestra segunda edad— un acelerón en el crecimiento personal; un tirón bien dirigido, para encarar mejor los retos y aspiraciones. Desde luego, habríamos de detectar y neutralizar los rasgos diversos que nos restan efectividad y valor humano.

 

Puede que —haciendo panorámica memoria crítica—, alguna vez y por ejemplo, nos hayamos mostrado estrechos de miras, o tal vez sobrados de ego, o cargados de prejuicios, o bruscos de modales, o injustos, falaces, obstruccionistas, sociocéntricos, inoportunos, perezosos, irracionales, incívicos, pusilánimes, engreídos… o incluso —ya más venial o anecdótico— impuntuales en citas diversas, olvidadizos en fechas señaladas o, quién sabe, voraces en mesa bien servida, transgresores del código de indumentaria… Todo ello acaso sin sensible conciencia de pecado. Habríamos de darnos, sí, en extensión y profundidad al examen de conciencia (en lo grave y lo venial) y, cuando proceda, a un decidido propósito de enmienda.

 

Algunos quizá necesitamos —permitámonos la insistencia, porque sabemos que un visible déficit soft podría relativizar cualquier superávit en nuestro perfil hard— una suerte de tratamiento de choque, un zarandeo mental (por no decir físico), para dejar de percibir en nosotros mismos como acertado, correcto u oportuno aquello que no lo es tanto, y llegar así a cuestionar nuestras particulares actitudes, creencias, valores, conductas… En este detenido autoexamen —caso de realmente abordarlo— solemos topar con un filtro tupido y egocéntrico que reduce la visión y nos hace fuertes en nuestra verdad y razón.

 

Si conseguimos sortear este filtro autorreferencial y sin que medie renuncia a la unicidad del individuo, quizá tendríamos que alinearnos con un modelo refrendado. Al respecto, solemos asentir convencidos ante la saludable imagen —la distinción, la presencia— de las personas que en mayor medida cultivan virtudes y fortalezas, que reflejan alto grado de desarrollo; como también topamos con individuos cuyas actuaciones (incluso simples manifestaciones, en fondo o forma) nos parecen cuestionables y aun reprobables.

 

Puede que, haciendo ahora un barrido de memoria, se nos vaya la cabeza al escenario profesional, en que nos relacionamos con muchas personas y con frecuencia las hacemos objeto de escrutinio. Algo positivo podremos sin duda aprender de ese singular entorno, como también encontramos en el familiar y social buenas personas muy respetadas, con visibles cualidades por que apostar. Estamos aludiendo a personas referenciales en que, casi a primera vista y aparte de un apreciable perfil hard, detectamos muy positivos rasgos.

 

Rasgos muy positivos… Seguramente percibimos amplitud y alcance de miras, acertados criterios y buen juicio, orientación al bien común, mesura, humildad, empatía, concisión y solidez argumental, generosidad… Son personas que saben qué decir y callar en cada momento, que respetan y ayudan a los demás, que escuchan y se interesan, que denotan paz interior, que apaciguan en momentos tensos, que se sitúan a la distancia justa, que adoptan diferentes perspectivas en los asuntos, que se muestran ecuánimes y confiables, que ven y van más allá, que evitan retóricas de artificio, que no echan balones fuera, que no matan moscas a cañonazos, que sonríen y denotan buen humor…

 

Si valoramos las fortalezas y creemos que algo o mucho podemos aprender de los demás, si somos conscientes de nuestros defectos y excesos, si lo somos de nuestro potencial de seres humanos, entonces —discúlpese el tono predicante— crezcamos decididos con los medios a nuestro alcance. Asumido el reto, entregados a la reflexión y con iniciativas propias de aprendizaje, la meta que nos ocupa parece empero abrir también espacio para el assessment, el feedback, el coaching y otras posibilidades tutelares o colectivas, como también para un e-learning en que, fruto de conseguida concepción, se materializaran las atribuidas ventajas de comodidad, buen ritmo y efectividad.

 

E-learning… ¿Por qué subrayar aquí el e-learning? Porque se compadece, se corresponde de modo especial con el necesario protagonismo del protagonista. El acelerón a que nos referimos demanda una decidida actitud y actuación del individuo; demanda que este se ponga al mando, que tome las riendas. Sin descartar otras, la vía del e-learning se muestra idónea.

 

Por esta vía —desde meros oportunos textos disponibles en la Red, a diseños interactivos y multimedia ad hoc— podríamos en verdad avanzar en una fase inicial de sensibilización sobre el crecimiento personal, familiarizarnos con el mapa de fortalezas macro y micro más determinantes, y aun contribuir a una extensa reflexión crítica; podríamos… En todos los supuestos metodológicos se precisaría un idóneo contenido de los mensajes al individuo, como su acertada secuencia e ilación; pero el sujeto en desarrollo nunca debería ceder en su protagonismo, ni descuidar la detenida autoobservación escrutadora… Volvamos al área de escrutinio más cognitiva, para excavar en un par de fortalezas a modo de ejemplo.

 

Habíamos hablado de flexibilidad… Podemos sentirnos cognitivamente flexibles porque nos convenzan buenos argumentos, o modifiquemos nuestras posiciones al contar con información más completa; sin embargo, quizá y entre otros reparos, nos cueste ver las cosas desde distintas perspectivas, asumir los frecuentes cambios, alternar los asuntos en la cabeza, abandonar cavilaciones en vano prolongadas, reconocer nuestros prejuicios o adaptarnos a cada nueva circunstancia: no seríamos entonces tan flexibles como nos sentíamos.

 

También habíamos hablado de destreza informacional, una necesidad candente en esta sociedad nuestra. Al buscar información podría faltarnos empeño y perseverancia, acierto en la selección inicial, pensamiento crítico en la interpretación y evaluación, actitud sintópica al extraer conclusiones, precisión en el específico pensamiento conectivo o inferencial, e incluso faltarnos interés ante provechosos descubrimientos serendípicos.

 

Desde luego y en general, podemos mejorar el pensar nuestro de cada día y evitar así algunos vicios en que a veces incurrimos: entre otros, reducir los asuntos a falsos dilemas, creernos en posesión de la verdad, empeñarnos en ganar la batalla dialéctica al margen de la razón, dar en falso por concluidas las tareas o por solucionados los problemas, dilatar discusiones inútiles o ya agotadas, aferrarnos a los errores o no asumirlos, dejar a un lado el sentido común ante la estricta letra del protocolo o procedimiento, resultar frívolos al establecer conexiones o analogías, o trabajar más para el informe final que para los propios resultados. Seamos penetrantes en la autocrítica, tanto en lo más cognitivo como en todo lo demás, y emprendamos luego un progreso rápido, cuántico (un salto notorio, determinante) y sinérgico.

 

No hará falta, pero insistamos en lo del “avance sinérgico”: en qué queremos exactamente decir. Si alguien, por ejemplo, deseara desarrollar su potencial de liderazgo relacional (sería cosa distinta para el posicional), entonces debería asegurarse de contar ya con otras fortalezas; fortalezas valiosas en sí mismas al margen del liderazgo, pero que este rasgo precisa en sinergia; fortalezas sin cuyo concurso se desarmaría aquel.

 

Las sinérgicas del liderazgo… Pues —sometido aquí (y siempre) al asentimiento del lector— algunas como la ejemplaridad, la confiabilidad, el optimismo bien entendido, la comunicación (en fondo y forma), la energía psíquica, la templanza, el afán de logro, la visión amplia y de futuro, el pensamiento crítico, la empatía cognitiva y emocional… No podríamos percibir como líder a alguien en quien no confiáramos, a quien no entendiéramos, que se mostrara injusto o distante, que no compartiera metas o éxitos, de no muy amplias miras, que se reservara información que precisáramos.

 

Se diría que, cuando apostáramos por una determinada fortaleza, habríamos de prestar atención a la correspondiente familia de macros y micros. Así también en el tan repetido pensamiento crítico (muy aludido, sí, en este texto: su importancia se destaca incluso en el foro de Davos), que implica un esmerado pensamiento lógico, analítico, sintético, conceptual, conectivo, inferencial, creativo, prospectivo, sistémico, inquisitivo, argumentativo…; que se acompaña de virtudes (entendidas cognitivamente y destacadas por Richard Paul) tales como la independencia, el esmero, la empatía, la humildad, la perseverancia o la imparcialidad. Una sinérgica conjunción, sí.

 

Y vayamos terminando, que se agradecerá... Siempre cabe mejorar nuestro perfil personal pero, a cierta edad —la edad del acelerón, aquella en que parecen cruzarse las líneas de la audacia y la prudencia— y en determinadas circunstancias, podría venir bien el avance acelerado que proponemos. Aprovechemos al respecto las ayudas (libros, documentos impresos o electrónicos, feedback, coaching, adecuados programas de e-learning interactivo…) más valiosas, las que en mayor medida contribuyan al progreso. No subestimemos la relevancia del complejo perfil soft.

 

Claro —lo sabemos bien— aunque, por decirlo así, estuviéramos diplomados en una u otra fortaleza, nuestro comportamiento no va a ser siempre plenamente consecuente con esta graduación: somos muy complejos y no tan predecibles en tan diversas circunstancias. Sin embargo, si renunciáramos a desarrollar y cultivar las fortalezas, si nos estancáramos en el crecimiento personal, seríamos señalados por ello.

 

Puede que los lectores no necesitaran esta especie de carrusel reflexivo quizá agobiante pero, si alguno hubiera encontrado en estas e-pages nuevo estímulo para una meditación personal detenida, seguramente estaría bien. Se ha querido alentar una autocrítica meticulosa, como también nutrir el deseo de avanzar en el propio desarrollo por la vía abierta de las fortalezas.

 

 

* José Enebral Fernández comenzó su actividad profesional en 1972, en el Centro de Investigación de International Telephone & Telegraph en Madrid, dentro del área de nuevas tecnologías y metodologías para la formación. Ha publicado artículos en revistas impresas como Dirección y Progreso (APD), Capital Humano, Dirigir Personas, Training & Development Digest, Learning Review, Nueva Empresa, Cambio Financiero, Visión Humana, Coaching Magazine, ObservatorioRH, Focus, Know Square y otras, y asimismo en numerosos medios electrónicos.

En su trayectoria personal y profesional se destaca:

Ingeniero Técnico en Electrónica por la Universidad Politécnica de Madrid.

Formación posterior en ITT, Eurofórum y ESIC.

Profesor en escuelas de posgrado.

Diseñador instruccional de sistemas de aprendizaje on line.

Consultor en materia de aprendizaje permanente.

Conferenciante en diferentes foros y ciudades de España y en Argentina.

Premio Know Square al mejor artículo de empresa de 2016 publicado por el think tank.

 

Enero 2020